La distancia es un lenguaje que los hombres jamás podremos descifrar. Es por eso que las despedidas nos dejan ese fuego en el pecho, esa sangre en las manos, ese duelo en el corazón. Y lo que comienza como una necesidad afectiva, termina por convertirse en una exigencia del espíritu. Volver siempre otorga sentido a la huída. Toda partida es el pretexto de un regreso.