Las olas verdes golpeaban las rocas en una tarde inconcebible, lejos de todo, incluso de sí misma. El hombre escribía en la roca una y otra vez un solo nombre, un mismo nombre, que las olas se encargaban de borrar, o si se quiere, de arrastrar. Será cuestión de tiempo saber quién ganará la batalla. La lucha no es desigual: las olas son eternas, las palabras también.
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